Poniendo a Chile primero

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"Por razones propias que van más allá del estallido social, los tomadores de decisión y las personas en general se enfrentan a niveles de incertidumbre más altos que muchos de sus pares de otros países".

"Por razones propias que van más allá del estallido social, los tomadores de decisión y las personas en general se enfrentan a niveles de incertidumbre más altos que muchos de sus pares de otros países".

"Por razones propias que van más allá del estallido social, los tomadores de decisión y las personas en general se enfrentan a niveles de incertidumbre más altos que muchos de sus pares de otros países".

"Por razones propias que van más allá del estallido social, los tomadores de decisión y las personas en general se enfrentan a niveles de incertidumbre más altos que muchos de sus pares de otros países".

"Por razones propias que van más allá del estallido social, los tomadores de decisión y las personas en general se enfrentan a niveles de incertidumbre más altos que muchos de sus pares de otros países".

Por Gonzalo Larraguibel

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Por Gonzalo Larraguibel

Por Gonzalo Larraguibel

Por Gonzalo Larraguibel

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Columna de opinión publicada originalmente en Pulso
25 de octubre de 2021

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25 de octubre de 2021

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Autor_Gonzalo.Larraguibel_blancoynegro

Gonzalo Larraguibel
Socio Fundador, Virtus Partners

Gonzalo Larraguibel
Socio Fundador, Virtus Partners

Es difícil encontrar hoy en día un ámbito en que líderes empresariales, políticos y de la sociedad civil no se vean enfrentados a profundos cambios de paradigmas que los obliguen a tomar decisiones complejas, inmersos en gran volatilidad e incertidumbre. A una serie de disrupciones que ya venían sucediendo se sumó además la pandemia, obligando a repensar prioridades, cambiar mentalidades, reenfocar recursos y acelerar muchos procesos, tales como la automatización y el uso de plataformas digitales, potenciando entre otros la salud remota, el ecommerce, la educación a distancia y el trabajo virtual.
 
Chile no es ajeno a este escenario. Por razones propias que van más allá del estallido social, los tomadores de decisión y las personas en general se enfrentan a niveles de incertidumbre más altos que muchos de sus pares de otros países. Con ello, además de un gran freno a la inversión hoy vemos un aumento en el valor del dólar, un buen barómetro de la situación, a pesar de que nuestras exportaciones y en particular el cobre suben de precio a niveles récord en la historia. Es así que un tipo de cambio técnico de $650 hoy está por sobre los $800 en valor real, es decir, experimenta un sobreprecio por riesgo de 20% a 25% que continua creciendo. ¿Qué podemos hacer para solucionar esta situación y que no siga avanzando en complejidad? Hasta ahora, solo vamos en sentido contrario.
 
Primero, a un mes de la elección, ningún candidato ha ofrecido aún un programa de gobierno claro y suficientemente específico que dé luces sobre cómo abordarán la recuperación y el crecimiento económico. Algunos tampoco han sido claros respecto a los valores claves que los sustentan, por ejemplo, frente a algo tan apreciado por la mayoría ciudadana como la paz y la no violencia. Hasta ahora, ha sido una campaña mediocre en contenido y rica en chismorreos y comparaciones personales de poca monta, que no contribuyen a dar a conocer de verdad sus posiciones en tantas materias clave para el futuro del país, que necesitan ser abordadas de manera diligente y eficiente de una vez por todas. Segundo y aumentando la incertidumbre, vemos como el Poder Legislativo se empeña en promover y aprobar temas que parecen ir en contra del bien del país y que favorecerían coyunturalmente a ciertos grupos, es decir, privilegian conseguir el poder por sobre el bien común. Entre estos está el cuarto retiro, el proyecto de indulto y el rechazo a la ley de jardines infantiles. Además, vemos sistemáticamente cómo se postergan decisiones cruciales, entre ellas, la aprobación del TPP, al que incluso China quiere pertenecer, o la reforma al sistema de pensiones. Tercero, la Convención Constitucional ha demostrado ser poco transparente y, sorprendentemente, con aires más totalitarios que democráticos. Mientras avanza lentamente en su mandato, por un lado permanentemente pareciera expandirse a temas que van más allá de su competencia y, por otro, lanza señales de gran incertidumbre futura, como la extensión del periodo presidencial y posibles cambios del sistema parlamentario, el derecho de propiedad, la independencia del Banco Central y la libertad de educación, entre muchos otros.
 
¿Qué hacer entonces en este momento en que el país está en un punto de inflexión? Será necesario que los líderes tomen decisiones difíciles, evitando el populismo y escuchando a los expertos técnicos, teniendo presente que no solo importa el camino, sino también cómo avancen en él. Además, considerando que inéditamente a un mes de la elección aún hay un 30% de personas que no han decidido por quién votar, es importante hacernos responsables y cuidar nuestro voto. Esto implica informarnos bien y exigir mayor información sobre temas relevantes cuando no la haya. Debemos escoger a alguien que creamos realmente capaz de dirigir al país, que posea el conocimiento necesario y que pueda cumplir con aquello que promete con gran convicción y autenticidad. Por otro lado, es importante conversar en nuestro ámbito de influencia y debatir propuestas con apertura, evitando la polarización, fomentando la diversidad y el intercambio de ideas y rechazando la violencia. Solo así podremos realmente fortalecer al país, avanzar hacia un mayor crecimiento y equidad y cosechar paz social, dejando de lado la polarización e intereses personales y realmente poniendo a Chile primero.

Es difícil encontrar hoy en día un ámbito en que líderes empresariales, políticos y de la sociedad civil no se vean enfrentados a profundos cambios de paradigmas que los obliguen a tomar decisiones complejas, inmersos en gran volatilidad e incertidumbre. A una serie de disrupciones que ya venían sucediendo se sumó además la pandemia, obligando a repensar prioridades, cambiar mentalidades, reenfocar recursos y acelerar muchos procesos, tales como la automatización y el uso de plataformas digitales, potenciando entre otros la salud remota, el ecommerce, la educación a distancia y el trabajo virtual.
 
Chile no es ajeno a este escenario. Por razones propias que van más allá del estallido social, los tomadores de decisión y las personas en general se enfrentan a niveles de incertidumbre más altos que muchos de sus pares de otros países. Con ello, además de un gran freno a la inversión hoy vemos un aumento en el valor del dólar, un buen barómetro de la situación, a pesar de que nuestras exportaciones y en particular el cobre suben de precio a niveles récord en la historia. Es así que un tipo de cambio técnico de $650 hoy está por sobre los $800 en valor real, es decir, experimenta un sobreprecio por riesgo de 20% a 25% que continua creciendo. ¿Qué podemos hacer para solucionar esta situación y que no siga avanzando en complejidad? Hasta ahora, solo vamos en sentido contrario.
 
Primero, a un mes de la elección, ningún candidato ha ofrecido aún un programa de gobierno claro y suficientemente específico que dé luces sobre cómo abordarán la recuperación y el crecimiento económico. Algunos tampoco han sido claros respecto a los valores claves que los sustentan, por ejemplo, frente a algo tan apreciado por la mayoría ciudadana como la paz y la no violencia. Hasta ahora, ha sido una campaña mediocre en contenido y rica en chismorreos y comparaciones personales de poca monta, que no contribuyen a dar a conocer de verdad sus posiciones en tantas materias clave para el futuro del país, que necesitan ser abordadas de manera diligente y eficiente de una vez por todas. Segundo y aumentando la incertidumbre, vemos como el Poder Legislativo se empeña en promover y aprobar temas que parecen ir en contra del bien del país y que favorecerían coyunturalmente a ciertos grupos, es decir, privilegian conseguir el poder por sobre el bien común. Entre estos está el cuarto retiro, el proyecto de indulto y el rechazo a la ley de jardines infantiles. Además, vemos sistemáticamente cómo se postergan decisiones cruciales, entre ellas, la aprobación del TPP, al que incluso China quiere pertenecer, o la reforma al sistema de pensiones. Tercero, la Convención Constitucional ha demostrado ser poco transparente y, sorprendentemente, con aires más totalitarios que democráticos. Mientras avanza lentamente en su mandato, por un lado permanentemente pareciera expandirse a temas que van más allá de su competencia y, por otro, lanza señales de gran incertidumbre futura, como la extensión del periodo presidencial y posibles cambios del sistema parlamentario, el derecho de propiedad, la independencia del Banco Central y la libertad de educación, entre muchos otros.
 
¿Qué hacer entonces en este momento en que el país está en un punto de inflexión? Será necesario que los líderes tomen decisiones difíciles, evitando el populismo y escuchando a los expertos técnicos, teniendo presente que no solo importa el camino, sino también cómo avancen en él. Además, considerando que inéditamente a un mes de la elección aún hay un 30% de personas que no han decidido por quién votar, es importante hacernos responsables y cuidar nuestro voto. Esto implica informarnos bien y exigir mayor información sobre temas relevantes cuando no la haya. Debemos escoger a alguien que creamos realmente capaz de dirigir al país, que posea el conocimiento necesario y que pueda cumplir con aquello que promete con gran convicción y autenticidad. Por otro lado, es importante conversar en nuestro ámbito de influencia y debatir propuestas con apertura, evitando la polarización, fomentando la diversidad y el intercambio de ideas y rechazando la violencia. Solo así podremos realmente fortalecer al país, avanzar hacia un mayor crecimiento y equidad y cosechar paz social, dejando de lado la polarización e intereses personales y realmente poniendo a Chile primero.

Es difícil encontrar hoy en día un ámbito en que líderes empresariales, políticos y de la sociedad civil no se vean enfrentados a profundos cambios de paradigmas que los obliguen a tomar decisiones complejas, inmersos en gran volatilidad e incertidumbre. A una serie de disrupciones que ya venían sucediendo se sumó además la pandemia, obligando a repensar prioridades, cambiar mentalidades, reenfocar recursos y acelerar muchos procesos, tales como la automatización y el uso de plataformas digitales, potenciando entre otros la salud remota, el ecommerce, la educación a distancia y el trabajo virtual.
 
Chile no es ajeno a este escenario. Por razones propias que van más allá del estallido social, los tomadores de decisión y las personas en general se enfrentan a niveles de incertidumbre más altos que muchos de sus pares de otros países. Con ello, además de un gran freno a la inversión hoy vemos un aumento en el valor del dólar, un buen barómetro de la situación, a pesar de que nuestras exportaciones y en particular el cobre suben de precio a niveles récord en la historia. Es así que un tipo de cambio técnico de $650 hoy está por sobre los $800 en valor real, es decir, experimenta un sobreprecio por riesgo de 20% a 25% que continua creciendo. ¿Qué podemos hacer para solucionar esta situación y que no siga avanzando en complejidad? Hasta ahora, solo vamos en sentido contrario.
 
Primero, a un mes de la elección, ningún candidato ha ofrecido aún un programa de gobierno claro y suficientemente específico que dé luces sobre cómo abordarán la recuperación y el crecimiento económico. Algunos tampoco han sido claros respecto a los valores claves que los sustentan, por ejemplo, frente a algo tan apreciado por la mayoría ciudadana como la paz y la no violencia. Hasta ahora, ha sido una campaña mediocre en contenido y rica en chismorreos y comparaciones personales de poca monta, que no contribuyen a dar a conocer de verdad sus posiciones en tantas materias clave para el futuro del país, que necesitan ser abordadas de manera diligente y eficiente de una vez por todas. Segundo y aumentando la incertidumbre, vemos como el Poder Legislativo se empeña en promover y aprobar temas que parecen ir en contra del bien del país y que favorecerían coyunturalmente a ciertos grupos, es decir, privilegian conseguir el poder por sobre el bien común. Entre estos está el cuarto retiro, el proyecto de indulto y el rechazo a la ley de jardines infantiles. Además, vemos sistemáticamente cómo se postergan decisiones cruciales, entre ellas, la aprobación del TPP, al que incluso China quiere pertenecer, o la reforma al sistema de pensiones. Tercero, la Convención Constitucional ha demostrado ser poco transparente y, sorprendentemente, con aires más totalitarios que democráticos. Mientras avanza lentamente en su mandato, por un lado permanentemente pareciera expandirse a temas que van más allá de su competencia y, por otro, lanza señales de gran incertidumbre futura, como la extensión del periodo presidencial y posibles cambios del sistema parlamentario, el derecho de propiedad, la independencia del Banco Central y la libertad de educación, entre muchos otros.
 
¿Qué hacer entonces en este momento en que el país está en un punto de inflexión? Será necesario que los líderes tomen decisiones difíciles, evitando el populismo y escuchando a los expertos técnicos, teniendo presente que no solo importa el camino, sino también cómo avancen en él. Además, considerando que inéditamente a un mes de la elección aún hay un 30% de personas que no han decidido por quién votar, es importante hacernos responsables y cuidar nuestro voto. Esto implica informarnos bien y exigir mayor información sobre temas relevantes cuando no la haya. Debemos escoger a alguien que creamos realmente capaz de dirigir al país, que posea el conocimiento necesario y que pueda cumplir con aquello que promete con gran convicción y autenticidad. Por otro lado, es importante conversar en nuestro ámbito de influencia y debatir propuestas con apertura, evitando la polarización, fomentando la diversidad y el intercambio de ideas y rechazando la violencia. Solo así podremos realmente fortalecer al país, avanzar hacia un mayor crecimiento y equidad y cosechar paz social, dejando de lado la polarización e intereses personales y realmente poniendo a Chile primero.

Es difícil encontrar hoy en día un ámbito en que líderes empresariales, políticos y de la sociedad civil no se vean enfrentados a profundos cambios de paradigmas que los obliguen a tomar decisiones complejas, inmersos en gran volatilidad e incertidumbre. A una serie de disrupciones que ya venían sucediendo se sumó además la pandemia, obligando a repensar prioridades, cambiar mentalidades, reenfocar recursos y acelerar muchos procesos, tales como la automatización y el uso de plataformas digitales, potenciando entre otros la salud remota, el ecommerce, la educación a distancia y el trabajo virtual.
 
Chile no es ajeno a este escenario. Por razones propias que van más allá del estallido social, los tomadores de decisión y las personas en general se enfrentan a niveles de incertidumbre más altos que muchos de sus pares de otros países. Con ello, además de un gran freno a la inversión hoy vemos un aumento en el valor del dólar, un buen barómetro de la situación, a pesar de que nuestras exportaciones y en particular el cobre suben de precio a niveles récord en la historia. Es así que un tipo de cambio técnico de $650 hoy está por sobre los $800 en valor real, es decir, experimenta un sobreprecio por riesgo de 20% a 25% que continua creciendo. ¿Qué podemos hacer para solucionar esta situación y que no siga avanzando en complejidad? Hasta ahora, solo vamos en sentido contrario.
 
Primero, a un mes de la elección, ningún candidato ha ofrecido aún un programa de gobierno claro y suficientemente específico que dé luces sobre cómo abordarán la recuperación y el crecimiento económico. Algunos tampoco han sido claros respecto a los valores claves que los sustentan, por ejemplo, frente a algo tan apreciado por la mayoría ciudadana como la paz y la no violencia. Hasta ahora, ha sido una campaña mediocre en contenido y rica en chismorreos y comparaciones personales de poca monta, que no contribuyen a dar a conocer de verdad sus posiciones en tantas materias clave para el futuro del país, que necesitan ser abordadas de manera diligente y eficiente de una vez por todas. Segundo y aumentando la incertidumbre, vemos como el Poder Legislativo se empeña en promover y aprobar temas que parecen ir en contra del bien del país y que favorecerían coyunturalmente a ciertos grupos, es decir, privilegian conseguir el poder por sobre el bien común. Entre estos está el cuarto retiro, el proyecto de indulto y el rechazo a la ley de jardines infantiles. Además, vemos sistemáticamente cómo se postergan decisiones cruciales, entre ellas, la aprobación del TPP, al que incluso China quiere pertenecer, o la reforma al sistema de pensiones. Tercero, la Convención Constitucional ha demostrado ser poco transparente y, sorprendentemente, con aires más totalitarios que democráticos. Mientras avanza lentamente en su mandato, por un lado permanentemente pareciera expandirse a temas que van más allá de su competencia y, por otro, lanza señales de gran incertidumbre futura, como la extensión del periodo presidencial y posibles cambios del sistema parlamentario, el derecho de propiedad, la independencia del Banco Central y la libertad de educación, entre muchos otros.
 
¿Qué hacer entonces en este momento en que el país está en un punto de inflexión? Será necesario que los líderes tomen decisiones difíciles, evitando el populismo y escuchando a los expertos técnicos, teniendo presente que no solo importa el camino, sino también cómo avancen en él. Además, considerando que inéditamente a un mes de la elección aún hay un 30% de personas que no han decidido por quién votar, es importante hacernos responsables y cuidar nuestro voto. Esto implica informarnos bien y exigir mayor información sobre temas relevantes cuando no la haya. Debemos escoger a alguien que creamos realmente capaz de dirigir al país, que posea el conocimiento necesario y que pueda cumplir con aquello que promete con gran convicción y autenticidad. Por otro lado, es importante conversar en nuestro ámbito de influencia y debatir propuestas con apertura, evitando la polarización, fomentando la diversidad y el intercambio de ideas y rechazando la violencia. Solo así podremos realmente fortalecer al país, avanzar hacia un mayor crecimiento y equidad y cosechar paz social, dejando de lado la polarización e intereses personales y realmente poniendo a Chile primero.

Es difícil encontrar hoy en día un ámbito en que líderes empresariales, políticos y de la sociedad civil no se vean enfrentados a profundos cambios de paradigmas que los obliguen a tomar decisiones complejas, inmersos en gran volatilidad e incertidumbre. A una serie de disrupciones que ya venían sucediendo se sumó además la pandemia, obligando a repensar prioridades, cambiar mentalidades, reenfocar recursos y acelerar muchos procesos, tales como la automatización y el uso de plataformas digitales, potenciando entre otros la salud remota, el ecommerce, la educación a distancia y el trabajo virtual.
 
Chile no es ajeno a este escenario. Por razones propias que van más allá del estallido social, los tomadores de decisión y las personas en general se enfrentan a niveles de incertidumbre más altos que muchos de sus pares de otros países. Con ello, además de un gran freno a la inversión hoy vemos un aumento en el valor del dólar, un buen barómetro de la situación, a pesar de que nuestras exportaciones y en particular el cobre suben de precio a niveles récord en la historia. Es así que un tipo de cambio técnico de $650 hoy está por sobre los $800 en valor real, es decir, experimenta un sobreprecio por riesgo de 20% a 25% que continua creciendo. ¿Qué podemos hacer para solucionar esta situación y que no siga avanzando en complejidad? Hasta ahora, solo vamos en sentido contrario.
 
Primero, a un mes de la elección, ningún candidato ha ofrecido aún un programa de gobierno claro y suficientemente específico que dé luces sobre cómo abordarán la recuperación y el crecimiento económico. Algunos tampoco han sido claros respecto a los valores claves que los sustentan, por ejemplo, frente a algo tan apreciado por la mayoría ciudadana como la paz y la no violencia. Hasta ahora, ha sido una campaña mediocre en contenido y rica en chismorreos y comparaciones personales de poca monta, que no contribuyen a dar a conocer de verdad sus posiciones en tantas materias clave para el futuro del país, que necesitan ser abordadas de manera diligente y eficiente de una vez por todas. Segundo y aumentando la incertidumbre, vemos como el Poder Legislativo se empeña en promover y aprobar temas que parecen ir en contra del bien del país y que favorecerían coyunturalmente a ciertos grupos, es decir, privilegian conseguir el poder por sobre el bien común. Entre estos está el cuarto retiro, el proyecto de indulto y el rechazo a la ley de jardines infantiles. Además, vemos sistemáticamente cómo se postergan decisiones cruciales, entre ellas, la aprobación del TPP, al que incluso China quiere pertenecer, o la reforma al sistema de pensiones. Tercero, la Convención Constitucional ha demostrado ser poco transparente y, sorprendentemente, con aires más totalitarios que democráticos. Mientras avanza lentamente en su mandato, por un lado permanentemente pareciera expandirse a temas que van más allá de su competencia y, por otro, lanza señales de gran incertidumbre futura, como la extensión del periodo presidencial y posibles cambios del sistema parlamentario, el derecho de propiedad, la independencia del Banco Central y la libertad de educación, entre muchos otros.
 
¿Qué hacer entonces en este momento en que el país está en un punto de inflexión? Será necesario que los líderes tomen decisiones difíciles, evitando el populismo y escuchando a los expertos técnicos, teniendo presente que no solo importa el camino, sino también cómo avancen en él. Además, considerando que inéditamente a un mes de la elección aún hay un 30% de personas que no han decidido por quién votar, es importante hacernos responsables y cuidar nuestro voto. Esto implica informarnos bien y exigir mayor información sobre temas relevantes cuando no la haya. Debemos escoger a alguien que creamos realmente capaz de dirigir al país, que posea el conocimiento necesario y que pueda cumplir con aquello que promete con gran convicción y autenticidad. Por otro lado, es importante conversar en nuestro ámbito de influencia y debatir propuestas con apertura, evitando la polarización, fomentando la diversidad y el intercambio de ideas y rechazando la violencia. Solo así podremos realmente fortalecer al país, avanzar hacia un mayor crecimiento y equidad y cosechar paz social, dejando de lado la polarización e intereses personales y realmente poniendo a Chile primero.

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Papel Digital La Tercera – 26-10-2021 La Tercera

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